En una plaza tan acreditada en cuestión de asadores como Sepúlveda, Martín Antoranz mantiene su Tinín como una de las mejores direcciones. Son muchos años instalado bajo los soportales de la Plaza Mayor, con llenos absolutos los fines de semana, lo que hace imprescindible reservar, cosa que, además, conviene siempre en este tipo de establecimientos para estar seguros del punto del asado.
El comedor es muy sencillo, de tono rústico, animado. Utiliza un horno clásico, de bóveda, de adobe, alimentado con leña de chopo.
El cordero, de raza churra, procede de la propia Sepúlveda y va al horno sin ningún aditamento graso; es suficiente la «tela» propia que se le deja. El tiempo de asado es de dos horas, como media.
La oferta de Tinín, lejos de ampliarse, como ha ocurrido en muchos establecimientos similares, se ha visto incluso reducida, suprimiendo la clásica sopa castellana, para proponer al comensal lo más tradicional de los asadores castellanos; la única opción, aparte del cuarto de lechazo asado y una fresca ensalada, es la cabeza de cordero asada. Aquí se viene, justamente, a comer cordero, buen cordero y bien asado. Buen pan, como es clásico en toda la zona, pan de pueblo.
A la hora de los postres, tampoco Tinín difiere demasiado de los demás asadores: un buen queso con membrillo, cuajada, flan y, como rasgo distintivo, el clásico ponche segoviano, especial para golosos.
El vino de la casa es un Ribera del Duero rústico pero adecuado para lo que acompaña, servido en jarras. Se puede prolongar la estancia ante alguna copa de un buen aguardiente.
Desde luego, Tinín se mantiene fiel a la tradición, sin buscarse complicaciones, y parece acertar con esta línea, pues lo que hace lo sabe hacer muy bien; de ahí que mantenga contra las modas su línea de siempre, muy bien aceptada por multitud de aficionados que, especialmente los fines de semana, se desplazan hasta esta bella localidad segoviana.