7,5

Al Pont de Ferr


Matías Perdomo
País: Italia
Localidad: 21143 Milan
Dirección: Ripa di Porta Ticinese, 55
(+39) 0289406277
Cierra: Siempre abierto
Precio: 30/80 €
Precio menú degustación: 50 €


Taberna situada junto al Naviglio Grande, en un lugar de moda y muy desenfadado, abierto a todos los públicos. En realidad es un gastrobar o un bistrot con pinta rústica y platos de todo tipo, en general evolutivos, otros ciertamente creativos e incluso algunos tecnos, ejecutados por Matías Perdomo, al que le ha marcado su paso por Martín Berasategui y el Celler de Can Roca, al que secunda otra mente inquieta de nombre . Lo mismo se puede comer un “misto” de la chacineria tradicional italiana (salami, copa de cerdo negro, jamón de Parma de 24 meses y terminar el ágape con una mostaza de miel y pera), o unos excelentísimos espaguetis de Benedetto Cavalieri, los mejores en calidad intrínseca, con sencilla y consumadísima salsa tomate, que el calamar cocido al horno a fuego muy suave y ligeramente ahumado con hebras de azafrán. Y en el precio sucede lo mismo, se concentran gentes que eligen un solo plato y otras que se pasan 2 horas y media con seis creaciones. Por todo ello disfruta de un éxito clamoroso.
Digno de la mayor de las celebraciones el llamado sashimi de buey, en realidad un carpaccio de vaca vieja española cortado con un grosor de unos 2 milímetros, espesor que repercute en su carnosidad y sabor, además de por la excelsitud del producto porque no se congela, atrezzado para mayor gloria con láminas de terrina de foie gras, salsa bearnesa, puré de ciruelas y sésamo negro, contribuyendo todo a una manifiesta suculencia. Los ñoquis mórbidos de patata a la brasa, aunando una textura delicadísima con un aroma rústico, acompañados con calabacín a la plancha, gambas rojas, corazones de tomate y brotes vuelven a demostrar los conceptos y la meticulosidad de tan sensatos como libérrimos chefs. Los espaghettonni de grano duro del ya citado y vitoreado Benedetto Cavalieri, en un punto de cocción que propicia en una verdadera textura al dente, enriquecidos con pequeños calamares, pan rallado tostado, colatura de alici, ajo, aceite y peperoncino, pueden catalogarse de una pequeña obra maestra en su “elementalidad”. Se vuelve a dar la talla con el risotto, consistente y cremoso, propio de unos jóvenes modernos y sin complejos, que se atreven con todo, impregnado de tenues aromas de brasa y abundantemente enriquecido con tuétano de ternera al vapor y caviar. Y muy conseguida la pluma de cerdo ibérico asada al horno, que se muestra rosa y mantequillosa, muy sabrosa, dispuesta sobre una crema de burrata con erizos de mar y estragón; un alarde de sabor y contrastes. Y divertido el postre, una travesura facilota: la botella de Campari rellena de una sutil crema de queso de cabra con perlas y gelatinas del propio vermut.