La importancia de llamarse CAMARERO

Según los últimos datos institucionales, las vocaciones al respecto escasean alarmantemente. No es de extrañar. Cocineros y sumilleres, se han convertido por arte y gracia de la Nouvelle Cuisine y el "boom" de os vinos españoles, en figuras emergentes, sublimados en muchas ocasiones más allá de la exageración. Paralela y simultáneamente, el equipo de sala al uso, lo más importante y festejado hasta hace una década, ha visto cómo se oscurecía su estrella, minimizando sus méritos y el reconocimiento social que se merecen. Atrás quedaron los tiempos de relumbrón y magia, cuando el Maître era figura clave en un restaurante, tanto para su personal como para la clientela. Es lógico el desánimo que cunde entre los jóvenes en la hora de optar por este trabajo. Si los otros -cocineros y sumilleres- se llevan toda la fama, ¿por qué no intentarlo en los fogones o con cursos de cata? Es necesario romper una lanza a favor de la sala en estos momentos. Atodas luces su situació!
n es sumamente injusta ya que, de todos es sabido, que la mejor cocina del mundo fracasa sin un buen apoyo en el comedor, Ésta no es una tarea fácil. Los camareros tienen la responsabilidad de la imagen del local, deben dominar otros resortes como la psicología, la discreción, mano izquierda, amabilidad, dotes para las relaciones públicas, memoria, ser fisonomistas y pulcros en sus maneras... todo esto y más, pero sobre todo, es el Maître quien marca el ritmo de un almuerzo. La lentitud, la excesiva rapidez, la falta de detalles sincronizados o la torpeza, pueden aguar el mejor de los vinos y estropear el más exquisito de los festines. Ya se sabe el viejo dicho para este tipo de percances: "todo frío, menos el champagne". Según me cuentan, un camarero en su primer trabajo entra ganando unos 1000 €. Por algo se empieza. Aunque sacrificado, es una labor difícil, de responsabilidad, gratificante y con un inexistente índice de paro. Vendrán tiempos mejores. La balanza no puede e!
star tan desequilibrada, en su contra frente a la realidad de la importancia de un buen Maître. Y los empresarios lo saben, muchas gracias.

Lucas Marggiani Ros
Barcelona