ELECTROLUX “El Traje Nuevo del Emperador”

 ¿Es el mejor restaurante del mundo? - me preguntaba esto al salir de Noma una semana antes de que revalidara este dudoso título-.
¿Es -era: hace tres años que no tengo el gusto de ir- El Bulli el mejor restaurante del mundo? Nunca, al salir de Cala Montjoi me cuestioné esto. Lo tenía clarísimo.
Uno, no tiene el privilegio de comer todos los días en restaurantes de este “tipo”. Pero, si es cierto que al cabo de los años también uno almacena en el disco duro de la memoria del paladar recuerdos imborrables y sensaciones de lo acontecido en algunos templos de la gastronomía.
Parto de la base que posiblemente mi paladar no esté a la altura del grandioso chef danés; y, doy la razón a otro gran chef español cuando afirmaba “para comprender mi cocina hay que tener un elevado coeficiente intelectual”. La Cocina Kilómetro Cero, la Gastronosequé... son neologismos que me dejan más frío que a Di Caprio cuando naufragó el Titánic. Me protejo contra esa tendencia verdulera que practican algunos cocineros preguntándoles “¿cuándo viene la chicha?”. Frases como“me ha dicho tal chef que me va a dar tierra para comer...”o sandeces similares me alarman cuando me las susurra al oído algún snob con los ojos en blanco; tratando de encontrar la quinta esencia de la gilipollez en las creaciones de algún cocinero abducido por Paco Porras.
Su filosofía –la de René- de proximidad, contrapuesta a la universalidad del de Rosas me hace inclinar la balanza del goce puro y duro hacia “el cosmos” Adriá. ¿Quizás sea porque prefiero el gusto mediterráneo mejor que el nórdico? Y que Dios me perdone si digo que comí mal en el por segunda vez mejor restaurante del mundo. Pero sentí que a veces acariciaba una redundancia efectista que nada aporta: platos como la ostra sobre un montón de conchas de bivalvos y piedras, el simple huevo ahumado, las cáscaras de mejillones vacíos de los que sólo comes uno, el tiesto con rábanos crudos enterrados en una tierra de avellanas y cereales o la simpleza de los postres: algunos – zanahoria nitro- absolutamente tediosos a la hora de comer. Me hicieron sentirme como el niño del cuento de su paisano Hans Christian Andersen- qué oportuno-, “El traje del Emperador”. Si a todo esto añadimos la visión parcial y cabrona de este camarero que escribe: cuando le niegan un bloody mary de aperitivo o me preparan uno de los gin tonic más tristes que he probado en mi vida... Incorporar encantadores cocineros al servicio de sala, integrándose en la puesta de escena, son a mi juicio geniales aportaciones “al todo” de un restaurante; que buena falta le haría a algún cocinero/soberbio/engreído esa cura de displicencia frente al cliente. Otra cosa que no me molesta en absoluto es la ausencia del mantel en la mesa-¡ole tus cojones Redzepi! ¡Qué cierren las lavanderías!- , que me parece una austera licencia radical y transgresora (adjetivos que también utilizaría para definir su cocina) ; si que me cabrea enormemente ver los desconchones que tienen las paredes: será por la matraca que nos pegan a los del Bohío por la decoración mesonera.¿Estaré traumatizado por eso? Posiblemente.
Mi arquitecto de cabecera, el ilustre esquiviano Manolo Guardia, me asegura que es la decoración de actualidad: nada de restaurantes burgueses; sino que ahora se lleva la “no intervención: las heridas a la vista”.
Redzepi es un gran cocinero,-¡ojo!-. “Es un cocinero talentoso...”de esta manera se deshacía en alabanzas RGS cuando le comenté a vuelapluma mis sensaciones. Yo no lo dudo: si el danés hubiese nacido en Burkina Faso o Addis Abeba tendría sin lugar a dudas el mejor restaurante de África... Ya se las ingeniaría para explotar esa estéril tierra. El estoico chef haría de la necesidad: virtud.
La impostura del traje del Emperador no se debe al gran Redzepi, por los clavos de Cristo. Pero que alguien me conteste:¿cómo y de qué manera se puede sacar esta conclusión para elaborar un ranking de un espectro tan general? ¿Quién elige a ese jurado -de nombre: ELECTROLUX World´s 50 Best Restaurants- compuesto de 837 sabios gastrónomos de todo el mundo? ¿Es Le Chateaubriand el mejor restaurante de Francia? ¿No será esto una maniobra anglosajona contra la cocina francesa?¿Cuántos miembros de ese enigmático jurado han comido en los restaurantes premiados? ¿Sabe el jurado qué se come en Noma? Preguntas para mí sin respuesta... A excepción de esta última.