Carlo Cracco triunfa en España

El otro día, camino de la oficina, en el autobús -¡Qué bueno es desplazarse en bus para echar a volar la imaginación de vez en cuando!- un bebé, en su silleta, mordisqueaba la funda de las gafas que su madre le había dado para que hiciera el viaje entretenido y sin darle demasiado la lata.
El caso es que, al verle masticar, se me ocurrió pensar en qué comerán los bebés de hoy cuando tengan cincuenta, sesenta o setenta años.
Fui más lejos y empecé a pensar en qué comerán los bebés de hoy cuando lleguen a esas edades si son gourmets.
La primera duda que me surgió fue, teniendo en cuenta la dificultad que ya hoy existe para encontrar la excelsitud en la materia prima, cuáles serán los productos estrella de la gastronomía en el futuro. De inmediato llegué a la conclusión de que serán los que hoy consideramos humildes, casi de poca monta, pero que están llenos de nobleza y sabores naturales. Inmediatamente me vinieron a la mente animalitos como un mejillón, una sardina, cosas así, sencillas, pero que acompañadas, por ejemplo, de unas verduras frescas, ricas, variadas y bien tratadas técnicamente en cuanto a texturas y demás, podrían configurar una gran ensalada…
La ensalada, inevitablemente, me hizo pensar en el aceite de oliva virgen, elemento que seguro que también estará presente en la gastronomía del futuro; pero ¿Cómo se consumirá ese aceite? Me contesté a mí mismo que, por qué no, como ingrediente principal ¿Qué tal una crema brulèe al aceite de oliva? Pues muy bien, me dije. Sobre todo si sabe mucho a aceite, pero, sin embargo, no resulta aceitosa.
Seguía dándole vueltas a la cosa del aceite y me planteé entonces qué productos de hoy en día permanecerán todavía en ese momento. Rápidamente se me ocurrieron dos. Por un lado, la pasta ¿Cómo será la pasta del futuro? Pues, quizá, en vez de ser de harina, se haga, directamente, sólo de huevo. Unos espaguetis de huevo, qué ricos, gustosos ¿No? Por otro, el arroz. El arroz lleva tantos años alimentando al género humano que no tiene ninguna pinta de que vaya a desaparecer, aunque la pregunta sigue siendo la misma ¿Cómo comerán el arroz las generaciones venideras? No tengo ni idea, pero, tal vez, muy al dente, cremoso y acompañado de elementos sencillos, un poco de lechuga, unos nabos…
Otra cosa que me dio la impresión de que podría ocupar un lugar en la gastronomía del futuro es todo lo que tenga que ver con los interiores: riñones y fruslerías por el estilo. La verdad es que si estuvieran bien preparados y se diera con el contraste adecuado se podrían hacer grandes platos, claro que sí. Y entonces me imaginé esos riñones contrapuestos a otro sabor puro y sin lujo, unos erizos… ¡Qué bueno!
Seguía dando rienda suelta a mi imaginación y pensé, entonces en el foie gras. El foie gras ha sido, sin duda, una de las estrellas en los grandes restaurantes; pero ¿Se comerá en el futuro? O mejor dicho ¿Se le encontrará alguna alternativa? Ciertamente, falta haría. Cada vez se ve más cantidad de foie en todos lados y cada vez es más difícil tomar uno realmente estelar. Y, súbitamente vi en mi mente un taquito de tuétano, de médula… eso sí que es bueno, bonito y barato. El problema es que hay que vestirlo de lujo. Bueno, pues lo mismo de antes; le aplicamos un contraste radical, pero medido, matizado y ya esta. Por ejemplo, una habitas y café.
En esto me di cuenta de que el autobús llegaba ya a mi parada. No me dio tiempo más que para decirme a mí mismo: “qué poca imaginación tienes. Todo esto te lo dio hace muy poquito Carlo Cracco, o sea que, del futuro, ná de ná”.
O ¿Será que el bueno de Carlo es un adelantado a su tiempo?