De paseo por la Río Santos

Uno de los viajes que más disfruto de Brasil es el de conducir por la carretera Río Santos, saliendo de São Paulo en coche, dirección Río de Janeiro llegamos al litoral norte de São Paulo. Después de subir una sierra llena de cachoeiras, autenticas cataratas de agua helada, (es la mejor purificación para quien quiere liberarse de malas energías), bajar por una peligrosa carretera de curvas y más curvas, atravesar una terrorífica y asustadora ciudad de Cubatão, fábricas con densos humos que trabajan sin parar invaden una atmósfera aterradora, después de todo, uno llega a la Río Santos. Os puedo garantizar que es pisar el indigno asfalto y el acelerador afloja, pero no solo por los numerosos baches sino para adentrarnos a un mundo nuevo, me olvido de lo anterior, de la polución de Cubatão, del vértigo de las curvas, estoy en un paraíso que huele a humedad. De verdad que la belleza del Litoral Norte de São Paulo es inconmensurable. ¡Es un universo tan especial! aun impera una mata atlántica tupida, rica, verde, muy verde, el escenario es de impresión, uno se siente pequeño, ridículo, la naturaleza se me come y me gusta sentirme así.
Una de mis playas preferidas es Barra de Sahy, durante un par de años alquilé una casa de pescadores magnífica, dentro de la selva, a 50 metros del mar, un verdadero lujo, pero al tercer asalto opte por desistir y empezar a frecuentar las maravillosas posadas, ¡la verdad es que la casa no tenia nada de seguridad! De todas maneras la playa, pequeñita y familiar tiene un chiringuito digno de mencionar, se llama Helô, el nombre de su dueña, vende agua de coco, ensalada de tabule y prepara unos bocadillos vegetales de rúcula con queso cottage, que te mueres. Otra playa en la que podéis hacer una paradita es Juquehy, es una antes de Sahy, ya es más grande, pero de una exhuberancia, lisa, blanca, buena para andar, correr, pasear i sobretodo contemplar su geografía. Juquehy ya tiene mejor estructura y un comercio más elitista. Dos pizzerías de rigor son la del shopping Monjolo, con el borde de la masa relleno de queso catupiry y la Bartuk, finísima.
Una parada obligatoria para comer dignamente en un entorno muy brasileño es, el Restaurante Manacá de Camburi. Es la cocina de Edinho Engel, un hippy que aprendió a cocinar ayudado por amigos y algunos cursos de gestión de restaurante. Hoy en dia este hombre bonachón deja huella en el litoral con una cocina marcada por claras influencias mineiras de (Minas Gerais) una de las cocinas más sabrosas y maternales de Brasil, pero con un plus, el del lado mar. Me gusta el tartar de carapau con manzana verde y caviar, el carapau es un pescado muy abundante en el litoral paulista, de consistencia firme y sabor levemente dulce. El papillote de lubina en hoja de bananera con farofa de camarón, El salmonete con calamares en tomate natural y albahaca con blend de arroz salvaje y miel. Y mi preferido: la cavaquinha con mandarina, riso nero de Lucedio y crujiente de mandioquiña. La cavaquinha, es para mi uno de los mejores crustáceos, típico de brasil es como una langosta pequeñita, pero mucho más tierna. El restaurante Manacá está situado en medio de la selva, construido con palafitas, estacas que separan del suelo para proteger de las lluvias torrenciales, todo de madera, completamente abierto, rodeado de belleza, parece que estés sentado dentro de un Jardín Botánico, con la particularidad de poder empezar el festival con una deliciosa caipiriña de frutas rojas. Déjate llevar, vale la visita.
Si continuamos hacía el norte, pasamos por la playa más de moda. Maresias, es la playa de los surferos, de la gente bonita, un desfile de guapos, cuerpos perfectos y bronceados y diminutos bikinis. Os podéis tomar un“açaí na tigela, para revitalizar, es una fruta negra y pequeña extremamente energética y se come con helado o cereales.
Continuando pasamos por São Sebastião y ahí empieza otra floresta mágica. Ubatuba. Unas playas más vírgenes con menos gente, algunas de ellas desérticas, aguas cristalinas, todo muy rural. Visitar: Fortaleza, con la Posada Refugio do Corsário, (solo desayuno, la comida es pésima y servicio nefasto), Vermelha dos arquitetos, lindas casas construidas en los años 70 por renombrados arquitectos paulistas y cariocas, Itamambuca, surfistas profesionales, olas de miedo y mar muy bravo, ¡prohibido niños!, Estaleiros, Almada con un chiringuito a pie de playa que hace una moqueca de camarão que no olvidareis nunca jamás y Praia da Fazenda, sin nada, ni un carrito de helado, nada, solo belleza, ¡civilización cero!
Finalmente llegareis a Paraty, una ciudad histórica, llena de iglesias, con mucho encanto, calles de piedra, tiendas de artesanía, de cachazas, bares y gran variedad de restaurantes. Pero sin duda el mejor de la ciudad es el Banana da Terra de Ana Bueno.
Una mujer dulce como los platos que prepara, regionales, caiçaras (habitantes de la región de Cananeia). Es la primera vez que estoy en el Banana de Terra y he disfrutado mucho, del calor humano, de la atmósfera en el comedor, de su esplendida carta de vinos con 70 referencias y de la mano de su cocinera que sirve de las 12:00 a las 24:00 h todos los días menos los martes, sin interrupciones. De entrada: una casquinha de siri, muy popular, muy dificil de encontrar una bien elaborada, perfecta, el cangrejo desmenuzado sin rastro de casca, una gota de pimienta y me siento la autentica y privilegiada caiçara. Ahora, Mamanguá, un cuenco con calamarcitos con soja, jengibre y puré de aipim (mandioca). Como platos principales comemos una Lubina en crosta de pimienta limón y risoto de pupunha (palmito) y Calamares rellenos y camarones, acompañados del magnífico puré de banana da terra, un plátano que sabe a tierra. Querido terruño, mejor no existes. ¡Buen Viaje!

www.restaurantemanaca.com.br
www.bananadaterra.com

1.- Cavaquinha con coulis de mandarina, riso nero de Lucedio y crujiente de mandioquita
2.- Camarones flambados al ron y caramelo de balsámico con risotto de menta