El atún rojo de almadraba, un producto en extinción

Hace aún pocos años la temporada del atún rojo (Thunnus thynnus) finalizaba en el mes de julio cuando las almadrabas de paso se levantaban. Ahora solo han quedado cuatro almadrabas activas en la costa gaditana (Conil de la Frontera, Barbate, Zahara de los Atunes y Tarifa) y veremos cuanto duran, porque las piscifactorías de engorde, que producen unas piezas excesivamente grasas de menor categoría, ya no dan abasto a la crianza de atunes durante todo el año. Díganme si no, ¿como es posible que las aproximadamente 2500 piezas capturadas en las almadrabas en la temporada de 2006 puedan producir tanto atún como para que sea un producto habitual en numerosos restaurantes de toda Europa?
Más aún, desde el año 2004, la continua expansión de las granjas de engorde ha producido diversos efectos indeseables, fundamentalmente gastronómicos aunque también económicos, que merecen algunos comentarios adicionales pues, aunque parezca increíble por la escasez de capturas, el precio en lonja del atún salvaje ha iniciado una imparable caída que a la postre hace aún más problemática la supervivencia de las almadrabas. Esta depreciación de la carne del atún se atribuye a: 1) la retirada por parte de los empresarios japoneses de la oferta previa de adquisición a muy buen precio de todas las piezas levantadas en cada almadraba por temporada, puesto que ya les es posible comprar a atunes a demanda en las granjas de engorde; 2) el creciente tráfico incontrolado de piezas que se realiza en alta mar entre los barcos pesqueros y las grandes naves ultracongeladoras japonesas, un hecho que impide al mercado mantener niveles adecuados de precios para atender la gran demanda gastronómica del producto y 3) el continuo uso de irregulares procedimientos de pesca de cerco empleando avanzados medios técnicos (localización de los bancos de atunes mediante ecosondas de proyección vertical, avionetas y helicópteros; utilización de ultrasonidos para hacer saltar a los delfines que acompañan a los bancos, lo cual alerta a las tripulaciones de la presencia del atún; uso de la luz para concentrar en el interior de las redes el plancton que sirve de alimento a estos peces, etc.) que se emplean para capturar a decenas de miles de atunes jóvenes destinados a los viveros de engorde. Y el término atunes jóvenes se maneja con absoluta propiedad pues, de forma totalmente absurda, la legislación vigente marca la talla mínima de captura del atún en 80 cm. o 10 Kg. de peso, cuando en el caso del atún rojo se estima que el primer desove reproductor ocurre a partir de que los ejemplares alcancen un mínimo de 30 Kg. En resumen que no solo hay menos atunes salvajes y cada día más de recebo sino que, debido a la imparable caída de los precios en las lonjas, el montaje anual de las costosas almadrabas comienza a ser poco rentable, lo cual compromete gravemente su futuro.

El ronqueo (despiece) del atún de almadraba