Estar en la Inopia

Era un sábado cualquiera. Me desperté en el límite de la hora para el “brunch”. Un sol radiante inundaba la ciudad de Barcelona. Vaqueros, camiseta, el casco… y listo para zampar algo. Se presentaba ante un mí un día intenso, seguro. Recogí a un buen amigo en el mítico bar “Altamira” (sólo apto para valientes), donde cada mañana, cortado a cortado, el café se infusiona en mi organismo. Cerca de las 2 del mediodía se planteaba la gran pregunta del día: ¿dónde comemos hoy? Tengamos en cuenta que Barcelona está “a petar” de guiris así que la elección debía ser acertada ya que si no corríamos el riesgo de no poder comer nada. El diario más veloz, el que tiene prisa, nos acompañaba porque ese día era el día de la crítica. Arriba estaba Quique y abajo estaba Inopia. Desde que abrió el mes de marzo de este año había querido ir, pero entre pitos y flautas no encontraba el momento. Hoy iba a ser el gran día.

Chim-pum. Allí nos plantamos. Aparcamos la moto y cuales aves de rapiña nos apalancamos en la barra. A eso se le llama echar raíces. “Dos cañitas por favor”. Transcurridos 5 segundos repetimos lo mismo. Sebastián nos sirvió esas rubias sin pestañear. Así da gusto. Un bar de esos de toda la vida pero con una mezcla de glamour, olor a barrio y buen rollo. Ellos, vestidos de negro, muy parecidos al equipo McLaren de Fórmula 1. Elegancia. Nosotros, vestidos de largo para la ocasión, nos relamíamos con la carta mientras el sudor empezaba a ser el invitado sorpresa de la comida. Bravas, ¿el Tomás ha muerto? Callos, ¡viva esa textura! Ensaladilla, por fin algo refrescante. Berenjenas, ¿estábamos en Sierpes? Qué anchoas… En fin, una bacanal de tapas de toda la vida. La primera etapa del sábado sabadete había acabado.

Próximo destino: Playa del Bogatell. Pasábamos de las raciones a las piruetas de los aviones de competición. Mucho nenng del fly. Y los chiringuitos a muerte. Ahí era imposible echar raíces. Como mucho, lo que podías echar de menos era una pinza anti-olor. Aviso a las Autoridades. Cuando hagan las campañas de publicidad para prevenir los ahogos y los cortes de digestión en verano, obliguen a los usuarios de los chiringuitos de “todo a 5 euros” el uso de camisetas.

Empezaba el Via Crucis, mi Via Crucis particular. Vivir un derby futbolero siendo del equipo humilde es duro, pero si encima debes hacer el pasillo por ser los campeones… Menos mal que una Leffe acompañó lo poco que vi. Por la noche esperaba una cena en Gaig. No comments. Reconozco ser un amante de la cocina de este restaurante barcelonés. Felicidades a Carles, felicidades a Josep por los postres (quiero más crema catalana…) y felicidades también a Ti. No sé porqué extraña razón existe el Día de la Madre, pero siempre va bien plantarle dos besos en un día especial a la persona que te dio la vida.

Después la noche siguió… hasta que amanecí el domingo en mi sofá con un bol de cereales, también a la hora del “brunch”. Prácticamente me despierta Xavier Agulló con uno de esos mensajes suyos. “Hey, tío”. En ese momento “Schumi” destronaba al príncipe de Asturias. La venganza está servida. Imaginaba a Nacho Manzano vestido de azul fustigándose. Tranquilo amigo, Barcelona será la plaza perfecta para la “vendetta”. La lástima es que lo veremos por la tele acompañados de Lobato en lugar de estar en las gradas con un buen chorizo a la sidra. Y el año que viene, McLaren… lo que me recuerda que aquel sábado estuve en la Inopia de Albert Adrià.