La Patata: el tesoro de América

Originaria de Sudamérica, nos encontramos con unos de los tubérculos más importantes del mundo. Un auténtico regalo que nos legó los americanos, aunque en el S. XV, se adentró en Europa por manos de los españoles y desde entonces ya se fue difundiendo por los demás países del mundo.
La patata pertenece a la familia de las Solanáceas. En este término comprenden alrededor de unas 2000 especies. De ella distinguimos dos partes: aéreas (el tallo y las flores...) y subterránea (los tubérculos que nos comemos).
El cultivo ecológico de la patata es poco complejo. Lo primero que tenemos que hacer es una buena preparación del terreno, acompañándola de tres o cuatro pases de arado, enriqueciéndola a su vez con nitratos procedentes de una ganadería ecológica. Acto seguido procederemos a los surcos, que serán alrededor de 10 cm de profundidad, comprendidos en caballones perfectamente aparejados. Finalmente ponemos el tubérculo en el caballón y lo enterramos. Será conveniente regarlo tres veces por semana y pasados unos 20 días, comenzaran a brotar tallos nuevos.
La patata esta en estado óptimo de recolección una vez que han echado sus flores. Será cuando procederemos al arranque del tubérculo.

La Patata en nuestra gastronomía

La patata es un alimento indispensable para todos y por eso es un ingrediente fundamental en todas nuestras cocinas por su delicado sabor, su sutil textura y porque es un tubérculo que acepta muchos tipos de cocinado: hervidas, fritas, asadas, confitadas, salteadas... casi siempre se suelen servir como guarnición de otros platos principales.
Para saber elegir una buena patata es muy sencillo, basta con tocarla y observar que tenga un cuerpo compacto, duro, no esté ablandada ni presente ningún tipo de magulladuras. Tenemos que rechazar toda patata que sea vieja, se presente con un aspecto de color verdoso (que puede resultar tóxico por la cantidad de solanina que posee).
A la hora de almacenarlas, tenemos que depositarlas en un lugar fresco y seco, evitando la luz solar para que nos aguanten mas tiempo.

A continuación os muestro algunos platos caseros de los muchos que se pueden preparar con patatas:

PASTEL DE PAPA Y CALABAZA CON CRUJIENTE DE PAN Y AROMA DE PICUAL

El pastel de papa es un plato antiquísimo y genuino de la huerta de Murcia (España), concretamente de la zona de Mazarrón que los agricultores llevan haciendo desde hace siglos.
Este pastel lo elaboraban cuando hacían la masa del pan y con la masa que le sobraba, las aprovechaban para elaborar este exquisito plato, generalmente una vez al mes, ya que los campesinos antiguamente amasaban una vez al mes y conservaban el pan en zarzos de caña en una cámara (habitación sin luz ventilada) para que se mantuviera tierno y crujiente como el primer día.
Debido a la gran escasez que había en esa época, no quedaba mas remedio que comer de lo que producía la tierra. En este caso papas, cebolla y calabaza, que son los ingredientes principales para la elaboración de este exquisito pastel de papa, de crujiente textura y deliciosa mezcla de sabor que hacen de este pastel una auténtica delicia.

Ingredientes:

• 1 kg de patatas
• 1 kg de calabaza
• 2 cebollas
• 2 tomates
• sal
• aceite de oliva virgen extra picual

Para el crujiente de pan:

• ½ vaso de cerveza
• ½ vaso de leche
• c/s de harina
• una pizca de levadura
• sal

Elaboración:

Pelamos la calabaza y las patatas y las cortamos en panadera. Seguidamente partimos las cebollas y el tomate en rodajas muy finas. Reservamos.
Para la masa: hacemos un volcán con la harina y la levadura y añadimos en el centro la cerveza, la leche y la sal. Amasamos bien hasta que quede una masa homogénea. Dejamos reposar.
En un molde o fuente de horno, alternamos capas de patatas, calabaza, cebolla y tomate. En la última capa rociamos con un chorrito de aceite de oliva virgen extra y salpimentamos.
Para finalizar, estiramos la masa con la ayuda de un rodillo o una botella de vino y cubrimos el molde. Abrillantamos la masa con un poquito de aceite de oliva virgen extra y horneamos a 180ºC durante 45 o 50 minutos.
El secreto de este plato está en que la masa con que cubrimos el molde, le sirve de tapadera para que las verduras se vayan cociendo muy lentamente en su interior.
Como resultado obtendremos un magnifico plato en su estado óptimo de cocción y una extraordinaria mezcla de sabores.