Los sonidos de los alimentos

No cabe duda de que los alimentos cuando se ingieren proporcionan placer auditivo. El ejemplo más claro es la alternativa crujiente/crocante, aunque como en ambos conceptos es imposible separar el sonido de la textura, el goce procede tanto del oído como del tacto en la boca. La diferencia fundamental entre el crujiente y el crocante depende sobre todo de la vía que cada sensación emplea para alcanzar la cóclea: vía aérea y oído externo en el caso del crujiente y vía ósea directa desde los dientes para el crocante. Y quizás sea la implicación simultánea de las sensaciones táctiles bucales lo que hace muy agradables al crujiente y al crocante, puesto que el tacto es seguramente el sentido más afectivo para la especie humana. En el discutible experimento diseñado por Heston Blumenthal en The Fat Duck, por el cual a través de un casco dotado de micrófono y auriculares cada comensal puede escuchar amplificados los sonidos que produce su boca al masticar y deglutir los alimentos, probablemente el excesivo protagonismo del sonido sobre el tacto quizás sea el motivo de que sólo para muy pocos clientes esta experiencia haya sido realmente placentera.

Lo último en plantear una nueva forma de relación entre los alimentos y los sonidos ha sido la difusión por Internet del revolucionario álbum musical Plat du Jour -Plato del Día- (puede visitarse en www.platdujour.co.uk) de Matthew Herbert, un avezado músico electrónico y compositor anglosajón. Este disco ha sido creado para criticar a través de la música las pésimas consecuencias medioambientales, sociales y sobre la salud pública y el bienestar animal que está generando la producción de alimentos de consumo masivo, cuya máxima expresión es la fast food, así como para resaltar los valores de la alimentación sencilla, natural y sana.

Para ello Herbert ha observado y recogido mediante grabadoras los sonidos que producen algunos de los alimentos empleados rutinariamente por la civilización occidental (el piar de los pollos para asar de una granja de crianza masiva, el ruido que produce la perforación de los envases de Nescafé instantáneo, el sonido que generan 3255 personas comiendo manzanas o el rítmico batir del azúcar por los cocineros durante su caramelización en la cocina de Heston Blumenthal en el restaurante The Fat Duck).

Todo ello ha sido plasmado por Herbert en un disco compuesto por doce temas, unos más sencillos de escuchar que otros, y entre los cuales destaca la obertura “la vida truncada del pollo industrial” (es posible conseguir una demostración gratuita de casi todas las composiciones en www.platdujour.co.uk/downloads.php), que incluye el piar de 24,000 pollos con un minuto de vida en una granja industrial; de 40 pollos en una jaula esperando su sacrificio, el agónico suspiro de uno de los ejemplares cuando está siendo sacrificado en el mercado y los ruidos que se producen mientras el pollo es lavado y desplumado. Ciertamente algo poco usual para ser escuchado, aunque el autor especifique que todo lo incluido en el álbum (tipo de sonidos, duración de los temas, e incluso el diseño de la carátula del disco con una extensa gama de colores sintéticos obtenidos a partir de colorantes con potencial capacidad carcinogénica), está diseñado para provocar en el oyente una profunda reflexión sobre la alimentación de la civilización occidental. Una creación musical que, según manifiesta el propio autor, es inicialmente bella, seductora y exótica aunque, una vez franqueada la entrada y conocido el cómo se han realizado las canciones, el álbum vaya adquiriendo matices desagradables, preocupantes e incluso, francamente repulsivos.

Un tema esencial para comprender esta filosofía es el titulado “aquellas aguas envasadas”, donde tras cinco minutos y treinta segundos escuchando el manar del agua y las sodas desde muy diferentes botellas de marca, o los diferentes sonidos que se generan al embotellarlas, el oyente, una vez informado del origen de los sonidos, puede concienciarse sobre que la obtención de agua potable continúa siendo el mayor problema del Tercer Mundo o, sin ir más lejos, concentrarse en la galopante sequía que afecta a nuestro propio país.

Lo curioso es que, paradójicamente, un trabajo planteado como crítica musical al mundo alimentario de hoy, para algunos tendrá la virtud de resultar tan atractivo, singular y vertiginoso como muchas de las combinaciones de dulces, ácidos, amargos y salados que componen los más originales platos de la alta cocina de autor del siglo XXI. Anímense a entrar en la web Plat de Jour, y a polemizar sobre esta fascinante cuestión social y gastronómica (más detalles en inglés sobre la discusión planteada en la literatura científica se encuentran publicados en: http://biology.plosjournals.org/perlserv/?request=get-document&doi=10.13...).