Pido disculpas, pero no me gusta la cocina japonesa

O, mejor dicho, no puedo declararme un ferviente admirador de ella. Si alguien quisiera discutir, podría decirme que el problema es que no la conozco suficientemente. Probablemente, quien diga eso tenga razón. No obstante, lo que sí podría responderle es que, en cualquier caso, lo que he probado no me ha parecido de una gran cocina y eso que he tenido bastantes oportunidades de degustar platos preparados por cocineros que pasan por ser de los de nota alta en el país del sol naciente.
La cuestión es que sí me atraen algunas cosas de ella y no poco. Es el caso de la crudeza de muchos productos, del concepto minimalista del que, en general, parte esta culinaria, o del precioso cromatismo sobre el que se construye. Pero de ahí a admirar la cocina japonesa en su globalidad hay un trecho.
Por de pronto, hoy es relativamente fácil encontrar en el mundo restaurantes que proponen productos crudos; sin embargo los someten a un poco de calor para subirles un pelín la temperatura, lo justo para no cocerlos, pero sí lo suficiente para potenciar su sabor. Y en mi opinión, francamente, resultan muchísimo mejores que los presentados al estilo japonés.
Además, no todo lo japonés es crudeza, incluso en ocasiones crudeza congelada. De hecho, recuerdo a un afamado chef que, después de cocinar alguno de los platos más conocidos del recetario habitual, me invitó a probar lo que, según él, “sí que gusta en Japón y sólo se come en las grandes ocasiones”. Se trataba de unas vieiras que sumergió en aceite bien caliente durante un interminable montón de minutos y que, obviamente, quedaron absolutamente desnaturalizadas.
Por otra parte, en lo referente al minimalismo, hace ya mucho tiempo que éste dejó de ser patrimonio exclusivo de la cocina nipona o, quizá mejor dicho, de los cocineros nipones. Indudablemente dicho minimalismo habrá servido como fuente de inspiración a muchos, pero, sea como fuere, a día de hoy no me parece, en sí mismo, argumento suficiente para que uno se declare abiertamente forofo de lo japonés.
Y todo esto, hablando de lo que más me gusta. Porque hay cosas que me complacen mucho, muchísimo menos. Por ejemplo, estoy esperando probar un arroz que, siquiera de lejos, pueda competir en la misma división que los italianos, los levantinos, etc. Personalmente, pocas veces he comido cosas más insípidas, apelmazadas y mal cocinadas que los arroces al estilo japonés.
En resumen, sí pienso que la cocina japonesa tiene virtudes y, además, importantes. Sobre todo, el concepto en el que se desarrolla. Pero, por el contrario, encuentro que es tan arcaica, que en estos tiempos que corren ha sido superada, especialmente en lo referente al resultado final, si no por muchas culinarias, sí por muchos cocineros.