Como su nombre indica un plato rústico, aunque más que rústico hemos de considerarle tradicional, muy tradicional, en el sabor y las texturas. La carne tiene una cocción convencional, pedazos enteros tiernos, que mantienen el sabor propio del jabalí, un jabalí hecho a la antigua, preservando en buena medida la jugosidad.
En la salsa intervienen setas, cebolla, vino blanco, pimentón, harina, sal, hierbas y especias, salsa muy aromática, en la que se encuentran muchas bolas de pimienta negra y alguna hoja de laurel. Sabor ciertamente suculento, que calienta la boca, que llega a picar, picor que contrasta con el dulzor de la liliácea. En definitiva, un plato gourmand.