Fidel Puig y Santiago Rebés han asentado, como no podía ser de otra manera, su magnífico proyecto de gastronomía posibilista. Hasta tal punto, que el restaurante está siempre lleno, doblando las mesas todas las mañanas. La explicación es bien...
Luismi Lakar es un chef muy honesto y con bastante fondo culinario, adquirido en prolongadas estancias en restaurantes de alto copete, como Zuberoa y Rodero. En el 2002 retornó a su pueblo, a la casa de sus padres, donde montó este restaurante, sencillo y sobrio, atendido por la familia. Ha optado por el posibilismo, por contemplar el paisaje y al paisanaje. Ofrece una carta lo suficientemente amplia para responder a cualquier apetencia a la vez que se preserva la calidad y frescor de los géneros y se facilitan las ejecuciones. Construcciones sencillas y con cierto empaque, con un mensaje muy directo. Sabe lo que quiere, lo que le gusta al público, marcando la diferencia en una concreción inteligente y satisfactoria. En esa filosofía, se ofrecen sabores gustosos, plenamente enraizados, en cantidades ingentes...todo muy comercial. Y la relación precio/calidad es una GANGA. Por todo ello tiene un exíto increible...verlo para creerlo.
Sabrosa, cremosa y chisposa la terrina de foie gras, que aparece rellena de membrillo, a la que acompaña un gajo de manzana y unas rebanadas de pan de pasas. Muy golosa, muy agradecida, aunque sóla quizás fuese más natural. ¡Ah! en verano se ofrece una elemental y antológica ensalada de tomate de cultivo propio, en verdad carnoso, intenso, maduro, escrupulosamente pelado, que se sirve al gusto, con cebolleta o ajo, un selecto aceite de oliva virgen y unos granos de sal. Un primor en su sencillez. El salteado de verduras (vaínas, tomate, espárragos verdes y brocoli) con foie gras y langostinos, carne y marisco salteados en su punto, no puede ser más efectivo y resultón. La cocina, como se vera, no busca la brillantez, sino convencer a todos, lo que logra sin lugar a dudas. En igual filosofía pragmática se encuentra otra combinación sin problemas: unos medallones de pulpo, tersos y bravios, un pedazo jugoso y gelatinoso de bonito, lindando con la ventresca y unas láminas de patata, más un jugo. Pulcritud y tino. Más de lo mismo, un notable bacalao, tierno y tornasolado, dispuesto sobre una amable piperrada y su jugo. Vamos, que la precisión y pocas cosas más valen y sobran para persuadir a la clientela, que se siente muy satisfecha.
La chuleta de vaca produce la siguiente exclamación ¡Por fin hemos llegado donde íbamos!. Es el plato que más fama ha dado a la casa. Carne, por lo general, de grandes provedores que abastecen a los mercados vasco y navarro, donde se encuentran los mejores asadores en la materia, es francamente selecta. Luismi las asa con maestría...lo que ha hecho que todos los tripasai de la comarca acudan a darse el banquete de vacuno.
Y para concluir, un polvo en el pajar: no se pribe por nada del mundo de la gulesca torrija embebida de leche con aroma a canela ¡Qué esponjosidad! y caramelizada, a la que escolta un refrescante y límpio sorbete de manzana verde. A lo dicho, nadie se puede resistir a tan pecaminosa provocación.
Supera las espectativas.