Carlos Rondón

La Excelencia Desenfocada

Texto: Carlos Rondón Editor revista COOKCIRCUS

Durante siglos, la representación de los alimentos -bodegón o naturaleza muerta- en pinturas, frisos o mosaicos, ha tenido una importante función simbólica, decorativa y por supuesto comunicativa.

En el antiguo Egipto, la Grecia clásica o el Imperio Romano, los artistas encargados de crear estas obras destacaban por su gran habilidad técnica y por su emotividad a la hora de representar los alimentos con el mayor detalle posible, utilizando para ello las más modernas técnicas de la época. Así mismo, lógicamente quienes las encargaban no esperaban menos… 

La búsqueda de la excelencia y el realismo ya se planteaba en la Grecia antigua como nos cuenta la conocida leyenda de dos reconocidos pintores, Zeuxis de Heraclea y Parrasio de Éfeso.

Con el pasar del tiempo la importancia del bodegón de alimentos como tema pictórico crece, llegando a considerarse desde la edad media como un genero independiente.

Artistas como Leonardo Da Vinci, Giotto, Durero, Van Eyck, Zurbarán o Juan Sánchez Cotán nos dejaron una colección obras maestras de bodegones, algunos de ellos rozando el hiperrealismo, que hoy en día podemos disfrutar y nos siguen sorprendiendo por el dominio absoluto de la luz, la composición, la forma y el color de estos artistas. 

Ya a finales del siglo XIX y comienzos de XX la representación figurativa del bodegón da paso a la abstracción de la mano de Cezanne, Van Gogh, Picasso o Juan Gris entre otros artistas que dieron un paso más, descomponiendo la imagen pero siempre desde el conocimiento de las leyes de la composición plástica y dominio de las técnicas figurativas.

Con el auge del marketing y la publicidad la fotografía se convierte en la heredera de los conceptos del bodegón clásico, siendo la herramienta idónea para reproducir con la mayor fidelidad lo que hoy conocemos como bodegón gastronómico.

Eso es algo que saben muy bien las grandes agencias de publicidad, que no dudan en solicitar los servicios de los mejores estudios de fotografía para diseñar las campañas publicitarias de las grandes marcas de alimentación. Quedando por descontando que desluzcan o arriesguen la imagen de sus clientes por una mala calidad de las fotografías.

Pero lo que parece obvio, para algunos no lo es…Lamentablemente falta calidad en las fotografías que ilustran muchas publicaciones gastronómicas. Lejos de reproducir con precisión la obra de los autores de tan milimétricas y complejas elaboraciones, empobrecen de una manera para mí desconcertante estos años de esplendor de la gastronomía española de vanguardia. 

No salgo de mi asombro al hojear libros de reconocidos chefs donde, sin entrar en gustos estéticos subjetivos, escasean los más elementales principios de la fotografía profesional como pueden llegar a ser la correcta exposición de la imagen, el enfoque o el chirriante mal uso de programas de retoque… Ediciones gastronómicas de ínfima calidad fotográfica, que en vez de mostrar la explosión de color y texturas que existen en las diferentes recetas de los grandes chefs del momento, las empequeñecen en un mar de sombríos grises empastados. A modo de ejemplo, siempre desde el punto de vista de la comunicación visual, de nada sirve cocinar a 65º, -ni uno más/ni uno menos-, o lograr el equilibrio magistral de varios ingredientes para conseguir una textura etérea y perfecta, para luego ver publicada la fotografía amarillenta debido a un incorrecto equilibrio de temperatura de color (sí, el color tiene temperatura) o ver perdida la valiosa información de los ingredientes en un confuso y “creativo” desenfoque realizado sin ningún criterio técnico. Errores que por desgracia son bastante habituales en muchas publicaciones que por desconocimiento y/o “ahorro” dejan en manos inexpertas la realización de los bodegones gastronómicos, con resultados catastróficos. Esto sin entrar a discutir la baja calidad de los recurrentes, trillados y absurdos retratos de chefs, que van desde poner pulpos en la cabeza, cucharas en los ojos, cuchillos en la garganta, coladores en la cabeza o besando pescados, hasta el supuestamente transgresor gore mas asqueroso y kitsch... Vulgares fotografías que por sí solas dan para una tesis sobre el mal gusto…

Ante este contradictorio panorama, donde la elección de un profesional de la fotografía queda condicionada al presupuesto “mas barato” sin tomar en consideración la lógica relación calidad/precio, es el chef, como principal afectado, el primero que debe ser riguroso y crítico con la reproducción y publicación de su obra en cualquier medio impreso o digital. Exigir a las editoriales, fotógrafos, periodistas un trabajo verdaderamente profesional. 

No debería permitir que una mala fotografía desvirtúe la excelencia de sus elaboraciones y mas tomando en cuenta que la mayoría de las personas solo conocerán su trabajo e imagen precisamente a través de la publicación de esas imágenes.  La fotografía gastronómica es una valiosa herramienta de comunicación y documentación histórica. 

Debe trasmitir calidad, veracidad, objetividad y la subjetividad justa siempre dentro de un contexto coherente. De lo contrario solo dejaremos para las generaciones futuras una recopilación de fotografías mediocres que no harán justicia de la creatividad de la gastronomía española de vanguardia.