Vindicación de la molicie

¿Cuánto hace que nos dedicamos a buscar la verdad y la felicidad a través de la sabiduría, del conocimiento? Miles de años. Siglos y siglos de filosofía (amor a la sabiduría, en griego) que, a la postre, no sólo no nos han llevado a la luz, sino que, contrariamente, nos han conducido a la división, la confusión y la incertidumbre. Hablamos, también, de gastronomía. Y parece que vamos a peor. Llegados a este punto, acaso deberíamos reflexionar sobre el que, al parecer, ha sido uno de los más grandes errores de la humanidad. Si tanto tiempo de dedicación al saber, al estudio, a la seriedad no nos ha hecho felices, quizás debamos invertir la mirada y buscar la razón en el puro hedonismo, la frivolidad, la molicie, la pasión. El gusto y el placer. ¡Cuánto sabes, Ferran, que eres la piedra filosofal de esta ecuación imposible!
Me viene a la mente ahora mismo un capítulo del inquietante Gog de Giovanni Papini. En el mismo, un visionario pretende que Gog le subvencione una escuela de “embrutecimiento”, una especie de centro donde se descontaminaría a los asistentes de todo vestigio de razón y saber, llegando incluso a la desprogramación de costumbres y educación humanas (caminar a cuatro patas, comer sin las manos...). Según el imaginario profeta, en dos años sería capaz de convertir a un hombre en todo un animal, logrando así su plena felicidad.

Aunque todo eso sea un tanto exagerado, su fondo no ha sido ajeno a pensadores como Russeau, que preconizaba los grandes males de la civilización y un regreso a la naturaleza y cuyas teorías incluso inspiraron, a principios del siglo XX, escuelas basadas en la libre decisión de los alumnos a la hora de diseñar su programa de aprendizaje.

Lo mismo venía a decir el contundente discurso de Erasmo de Rotterdam en la genial obra El Elogio de la locura, en la que, y en pleno Renacimiento, el sacerdote holandés proclamaba la locura o la necedad como el elemento indispensable para hacer posible la vida y la sociedad. Pasión por encima de la razón. O, diría más en lo de hoy, en nuestra cocina, pasión con toda la pasión de la razón. Locura elogiada e ilustrada.

Efectivamente, lo serio y juicioso no lleva a la felicidad, sino a la desazón. Como ironiza Erasmo, los jóvenes, poco sabios, impetuosos, irreflexivos, son bellos y saludables. Disfrutan en plenitud de todos los placeres de la vida. A medida que vamos adquiriendo más conocimiento, nos arrugamos, enfermamos y nos amargamos. La locura, la frivolidad (bien entendida), son vida en estado puro. Quién, sino los locos y los que no se rigen por juicios establecidos llegan a la grandeza.

¿Pilláis de lo que hablo? Revolución permanente. No se hacen prisioneros.
Bien; puede ser discutible, desde luego. Pero, ¿y si fuera cierto?