7,5

Branka

Cristina Izagirre
País: España
Localidad: 20008 San Sebastián (Guipúzcoa)
Dirección: Paseo Eduardo Chillida, 13
mapa
(+34) 943317096
Cierra: Domingos excepto mayo, diez días después de Semana Santa y Navidades.
Precio: 60/80 €


  • Lenguado a la parrilla
  • Lenguado a las Ascuas
  • Carabinero a la Brasa con Arroz de Marisco
  • Espárragos al Horno Con Zizas de Primavera
  • Guisantitos con Jamón Ibérico y Yema
  • Kokotxas de Merluza al Carbón de Encina
  • Rey a la Parrilla
  • Cordero Asado con Piquillos Confitados, Ensalada y su Jugo

     Antes de nada, la mejor vista de la bahía donostiarra. Ubicado en el Peine de los Vientos, encima mismo del Cantábrico, muy concurrido, por lo que es aconsejable reservar y solicitar una de las seis mesas situadas junto a los ventanales. Luego está la comida, otra magnífica panorámica, en este caso de una cocina tradicional reinventada. Platos sustentados en productos excelentes, sobremanera de la huerta guipuzcoana y del mar, a los que se aplican conceptos, técnicas, estética actuales. Naturalidad, liviandad, jugosidad, colorido…y exquisito refinamiento. Manjarosidad e historia renovadas. En pocas palabras, uno de los restaurantes más exitosos de la ciudad, a lo que contribuye, además de la cocina y marco, la amabilidad y diligencia del servicio, al frente del cual se encuentra la propietaria, Cristina Izagirre, una triunfadora con clase y exquisito trato.
     Tras la marcha de Pablo Loureiro de los fogones, Cristina ha asumido un mayor protagonismo en el diseño de la carta, que elabora con sus colaboradores. El estilo es el mismo que ha distinguido a la casa desde sus inicios, si bien algo más sobrio, limitando los complementos, que siempre son muy efectivos y esenciales. Se persigue que gusten a todos. Valga como los guisantitos, de los mejorcitos que se puedan comer en Gipuzkoa, se acompañan de un magnífico picadillo de jamón ibérico, además de una pajarita de este y una yema de huevo, cruda y caliente, que al romperse impregna de manjarosidad al conjunto, como insuperable salsa de tan nobilísimos componentes.
     Tendencia que vuelve a quedar patente en la siguiente composición, también con tres elementos: unos impecables espárragos de Navarra al horno con zizas de primavera enanas salteadas y una crema de espárragos y jamón. No puede haber más concreción, mayor excelencia de productos y mejor hechura. La naturaleza y la naturalidad son banderas que se izan una y otra vez. El carabinero con su arroz también se ha esencializado. El marisco, gigante, se hace como casi todo a la brasa, saliendo impecable, con su cabeza soltando todos los jugos, siendo el arroz del marisco la guarnición, un mágnífico embellecimiento sápido.
     Sublimes las kokotxas al brasa, que se presentan levemente lubricadas con aceite de oliva, en un punto de jugosidad y gelatinosidad, insuperables, insuperables por breve estancia y excelencia del género. Más de lo mismo: los chipirones a la plancha o a la parrilla, sencillamente descomunales, tersos, dulces y bravíos.
     Los pescados a las ascuas constituyen inevitable obligación. Por ejemplo el lenguado, que recibe un trato inmejorable en la parrilla, crocante y al punto rosa, que colma de placer, de excelencia, con el simple e insuperable acompañamiento de unas patatas y unas verduritas. En parecido tono el rodaballo y el mero, el mejor que jamás hallamos comido en nuestra vida, por grasa y sabor, además de por brevedad de hechura e impregnación de aromas, a las ascuas. Y otros sin tanto abolengo, como el rey, para que no haya dudas de que Cristina paga por lo mejor y los cocineros son maestros de la brasa.
    Atención al cordero, lechazo castellano, que se hace a baja temperatura y se termina dorándolo justo antes de comparecer en sala. Nadie diría que está conservado al vacío. Perfecto en su género. Con su jugo, unos consumados piquillos confitados  y una fresquísima ensalada.
     ¡Ah! en primavera no se pribe del doctoral revuelto de perretxikos o zizas. ¡Qué calidad! ¡Qué cantidad! ¡Qué frescor! ¡Qué sabor! Y si las setas no pueden ser mejores, la cremosidad del huevo, calentado y montado a suave fuego, iguala o supera todas las referencias conocidas y por conocer.
     En fin, sencillamente auténtico y placentero; superprofesional y de una ética cautivadora.